La hora de la estrella, de Clarice Lispector: una voz que rompe la página
Algunos libros susurran. Otros gritan. Pero La hora de la estrella no hace ninguna de las dos cosas. Te presiona el corazón con un dedo y espera, sin gritar, sin suavizar, solo con sinceridad. Cuando abrí la primera página, no esperaba sentirme tan expuesta. Pero Clarice Lispector escribe de una forma que te obliga a dejar el libro solo para respirar.
No es solo una historia sobre la pobreza o la muerte. Trata sobre ser observado y sobre ser borrado. El narrador, Rodrigo S. M., cuenta la historia de Macabéa no porque quiera, sino porque debe hacerlo. Ella es demasiado invisible para contarla ella misma. Y, de alguna manera, Lispector hace que esa invisibilidad se sienta brutal, cruda y hermosa al mismo tiempo.
Leí La hora de la estrella de un tirón, pero no me ha abandonado. Me mira fijamente. Me pregunta: ¿De verdad ves a las personas que te rodean? Y quizá con más urgencia: ¿te ves a ti mismo?

Argumento de La hora de la estrella
Macabéa vive en las sombras de Río de Janeiro. Tiene 19 años, es pobre, está desnutrida y es casi invisible. Trabaja como mecanógrafa, cena perritos calientes y cree que es feliz, aunque nadie le ha dicho nunca cómo se siente la felicidad. Ahí es donde comienza el dolor. No tiene ni idea de lo mucho que le falta en la vida.
Sin embargo, la historia no la cuenta Macabéa. La narra, o más bien la disecciona, Rodrigo S. M., un escritor tímido, a veces burlón, a veces tierno, que interrumpe constantemente el texto para cuestionar sus propios motivos. Él la llama «anodina», pero la forma en que se detiene en su vida delata un profundo dolor. Él ve lo que los demás se niegan a ver.
La trama en sí es sencilla: Macabéa se enamora de un hombre cruel llamado Olímpico, pierde su trabajo, visita a una adivina y encuentra su destino. Pero en realidad nunca se trata de los acontecimientos. Se trata del tono, las pausas, la presencia. La hora de la estrella no se interesa por la acción, sino por lo que significa existir al borde del significado.
Quién escribió el libro: una voz que rompe
Clarice Lispector no se parece a ningún escritor que haya leído jamás. Nacida en Ucrania y criada en Brasil, creció hablando varios idiomas y navegando entre múltiples identidades. Estudió Derecho, como Franz Kafka, autor de America, pero encontró su poder en las palabras, y esas palabras no se comportan como uno espera. Se retuercen, vacilan y explotan en la página.
Lispector escribió La hora de la estrella poco antes de su muerte en 1977. Fue su última novela y, en muchos sentidos, se lee como un último suspiro: aguda, urgente y sin filtros. El narrador, Rodrigo, puede ser ficticio, pero su voz canaliza la propia tensión de Lispector entre la compasión y la furia. También trabajó como periodista para Jornal do Brasil y Correio da Manhã. Este artículo de Brazilian Publishers explora cómo su periodismo agudizó su empatía por los que no tienen voz.
Una vez dijo: «Solo consigo la simplicidad con un enorme esfuerzo». Y eso es exactamente lo que hace este libro. Parece sencillo. Parece pequeño. Pero contiene universos enteros de silencio y dolor.
Las ideas que resuenan en La hora de la estrella
Este no es un libro que sermonea. No pide compasión. En cambio, muestra cómo una persona puede desaparecer a plena vista y cómo la sociedad contribuye a que eso suceda. No entiende el deseo. No tiene palabras para expresar la ambición. Pero existe. Y eso es lo que la hace inolvidable. Rodrigo, el narrador, nos recuerda constantemente que él controla la historia, lo que nos hace preguntarnos con qué frecuencia las vidas reales están moldeadas por las voces que las enmarcan.
En esencia, La hora de la estrella trata sobre la desigualdad: económica, emocional, existencial. Pero también trata sobre la brutalidad de la indiferencia. No es violencia. No es odio. Es solo el frío encogimiento de hombros de un mundo al que no le importa nada. Y, de alguna manera, Lispector hace que ese dolor se sienta sagrado. Para saber más sobre cómo los autores utilizan el silencio y la marginación como herramientas literarias, ve cómo Georg Büchner explora el desplazamiento emocional en 👉 Lenz.
En el centro de La hora de la estrella está Macabéa, tímida, olvidada y extrañamente radiante. Apenas habla y no pregunta. Existe como un ruido de fondo. Y, sin embargo, la sientes cada vez más fuerte con cada página, simplemente por sobrevivir en un mundo que nunca le pidió que lo hiciera.
Su novio, Olímpico, es todo ego y crueldad. Se burla de ella, la utiliza y luego la sustituye. Pero incluso él es más vacío que malvado: un hombre que intenta desesperadamente ser importante.
Pero la verdadera voz de los personajes es la de Rodrigo. Él no se limita a contar la historia, sino que lucha con ella. Se pregunta por qué la cuenta, si está ayudando o explotando. Eso lo convierte en algo más que un narrador.
Lenguaje, estructura y ritmo
Lispector no escribe, perturba. Sus frases se rompen en medio de la idea y luego se reforman en nuevas direcciones. Apila contradicciones y luego las deja colapsar. No es caos, es coreografía con significado. ¿El resultado? No solo lees el libro. Sientes cómo cambia bajo tus pies.
No hay un ritmo argumental tradicional. Los capítulos oscilan entre la ficción y el comentario. Rodrigo a menudo se detiene en medio de la narración para confesar sus miedos o dudar del valor de Macabéa. Pero nunca se siente indulgente. Se siente humano. Las pausas crean presión. El silencio tiene tanto peso como las palabras.
Lo que más me gustó de la estructura es su rechazo al consuelo. No hay capítulos ordenados. No hay arcos pulidos. Lispector escribe como alguien que no tiene tiempo que perder, y La hora de la estrella se mueve como un último suspiro que se niega a ser olvidado.
Su voz ha sido comparada con la de grandes figuras del modernismo como Virginia Woolf y James Joyce. Sin embargo, como explora Words Without Borders, Lispector se abrió camino en la literatura brasileña de la época de la dictadura con un lenguaje totalmente propio.

Citas famosas del libro
- «Todo el mundo comenzó con un sí». Así comienza La hora de la estrella. Es sencillo, pero profundo. Insinúa que la existencia no comienza con la certeza, sino con la rendición.
- «Escribo porque no tengo nada mejor que hacer en el mundo». La confesión de Rodrigo es cruda. Suena casual, pero en el fondo hay desesperación. Escribir se convierte en su única forma de dar sentido al sufrimiento.
- «Era tan insignificante que solo se la podía identificar por un documento». Macabéa está viva legalmente, pero emocionalmente es invisible. Esa es la advertencia de Lispector. Vemos a las personas en el papel, pero no en la vida real.
- «No estoy hablando de ella, estoy hablando del vacío». Rodrigo cambia constantemente el foco de atención. Utiliza a Macabéa para hablar del vacío, tanto en ella como en él mismo. Es una forma brutal de intimidad.
- «Ella creía que existía porque alguien la miraba». Esta frase muestra lo frágil que es su sentido de identidad. No sabe que importa hasta que alguien la reconoce. Es devastador.
- «Macabéa no sabía que era infeliz». Acepta su vida sin protestar. Pero eso no significa que esté bien. Lispector muestra que la ignorancia no es paz, es borrado.
- «Todo en el mundo comenzó con un sí. Una molécula le dijo sí a otra molécula y nació la vida». Lispector vuelve a esta idea. Incluso el dolor comienza con un permiso. La existencia misma es un acuerdo vulnerable.
📚 La hora de la estrella — Datos curiosos
- Lispector lo escribió en su último año: Publicado en 1977, pocos meses antes de su muerte, La hora de la estrella parece una despedida. Es una obra despojada y urgente, escrita con el peso del tiempo apremiante.
- Narrado por un escritor ficticio: Rodrigo S. M. es un narrador inventado que cuestiona su propia autoridad. Al igual que Fernando Pessoa en El libro del desasosiego, Lispector juega con voces superpuestas y una narración poco fiable.
- Escrita en solo unos meses: Lispector dijo que el libro le salió «como un vómito». La crudeza de su ritmo refleja esa intensidad. Su biógrafo lo describe como su proceso de escritura más emotivo.
- Macabéa se basó en mujeres reales de Río: Lispector las veía en las calles, anónimas, desnutridas, borradas. Al igual que Lena Grove, de Faulkner, en Luz de agosto, Macabéa vive al margen de la narrativa de otra persona.
- El libro tuvo unas ventas modestas al principio: a pesar de las alabanzas de la crítica, no fue un éxito de ventas inmediato. Hoy en día, es uno de los textos más estudiados en los cursos de literatura brasileña y feminista de todo el mundo.
- Adaptada al cine en 1985: Dirigida por Suzana Amaral, la adaptación fue nominada a varios premios en el Festival Internacional de Cine de Berlín. Explora el perfil de la película en IMDb.
- Sus libros desafían el género en sí mismo: Los críticos aún debaten si La hora de la estrella es una novela corta, un ensayo filosófico o una metaficción. Clarice nunca dio una respuesta definitiva, ni habría querido darla.
Por qué me encantó La hora de la estrella
Este libro me conmovió. No porque fuera estridente, sino porque se atrevía a ser pequeño. La hora de la estrella no persigue la belleza. La descubre en el polvo, en el hambre, en el silencio. Eso requiere valor. Y Lispector nunca pestañea.
Lo que me quedó fue cómo el libro me hizo sentir cómplice. Rodrigo dice que quiere darle voz a Macabéa, pero no deja de interrumpirla. Y nosotros, como lectores, nos sentamos allí, leyendo cómodamente mientras una joven es borrada ante nuestros ojos. No es una historia sobre la injusticia. Es una experiencia de ver la injusticia y no hacer nada.
Y, sin embargo, hay amor aquí. El tipo de amor que duele. Lispector no glorifica a Macabéa. Pero la honra. Insiste en que incluso la persona más invisible tiene peso, tiene presencia, tiene un alma que vale la pena poner en palabras. Para una experiencia de lectura igualmente tranquila pero emocionalmente poderosa, también puedes explorar Buenos días, tristeza, de Françoise Sagan.
Sí, pero no rápidamente. No por entretenimiento. Léelo cuando estés listo para sentirte inquieto. Léelo cuando necesites recordar que la literatura no tiene por qué consolar ni explicar. A veces existe solo para contener el dolor que no sabes cómo nombrar. La hora de la estrella es breve, extraña e inolvidable. No ofrece respuestas. Pero te deja con una voz que no puedes dejar de oír. Eso es lo que la hace necesaria.
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